jueves, 31 de marzo de 2016

Por un puñado de €uros

Con casi total probabilidad, en tu inocente niñez tu madre te decía que tuvieses cuidado al salir de noche. Pues nunca se sabe con quién te puedes encontrar.

Tu mamá tenía razón.

Algunos de esos encuentros pueden ser letales. Pero no siempre lo son para quien parece la víctima.

Un nuevo microrrelato inédito de Juan Nadie al alcance de tus neuronas.

Pincha en la portada o lee más abajo.

Y recuerda: leer los relatos de Juan Nadie es tu única y exclusiva responsabilidad.

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POR UN PUÑADO DE €UROS

El hombre caminaba despreocupado mientras silbaba a medias una pegadiza melodía, de esas que se ponen de moda de forma casi instantánea y desaparecen igual de rápido, sin dejar ningún rastro en la memoria colectiva. La calle, solitaria y mal iluminada, se encontraba en un barrio poco recomendable para andar sin compañía a altas horas de la madrugada. Pero eso no parecía preocupar en absoluto al hombre, que avanzaba por ella con paso vivo y las manos metidas en los bolsillos.
Se paró un instante en la acera y dirigió su mirada al otro lado de la calle. Allí se encontraba un cajero automático, desnudo e indefenso, parcialmente cubierto por un sucio graffiti que ocupaba buena parte de la fachada del banco. Sin embargo, el glauco resplandor que emitía anunciaba que quizá se encontrase en un estado de funcionamiento no demasiado deteriorado.
Cruzó la calle sin mirar a los lados y se dirigió a la silenciosa y expectante máquina.
Insertó la tarjeta en la ranura correspondiente. Tecleó su número PIN y esperó unos segundos. El cajero le requirió con amabilidad que seleccionase la operación a realizar. Presionó la tecla que marcaba extracción de efectivo. En un intento de adecuarse a las momentáneas necesidades del usuario, el solícito cajero le mostró diversas cantidades a elegir en su verdosa pantalla. Seleccionó la cantidad más pequeña. Las entrañas de la máquina empezaron a zumbar con su habitual felicidad mecánica. La tarjeta fue escupida por su ranura al cabo de unos instantes. La recogió y la devolvió al calor de su cartera de piel sintética. Tras unos cuanto más de carraspeos y rápidos sonidos de papel, el cajero abrió la cubierta plástica de una pequeña abertura rectangular, de la que salió el escuálido puñado de billetes multicolores. El hombre alargó la mano con la intención de recogerlos.
—¡Dame la pasta!
Sin mostrar el más mínimo gesto de alteración, el hombre acabó de recoger los billetes del cajero, los metió en su cartera y se introdujo ésta en el bolsillo posterior del pantalón. Se giró para mirar a su interlocutor con una pacífica sonrisa en el semblante.
—¡Venga tío! Déjate de hostias y dame la cartera o te dejo seco aquí mismo —dijo el atracador. Era un hombre joven, de pelo largo y rala barba; vestía unos sucios pantalones de chándal, cazadora vaquera y unas zapatillas deportivas que fueron blancas en un tiempo remoto. Empuñaba un brillante revólver con el que apuntaba a su víctima con decisión, aunque un ligero temblor hacía vibrar el cañón del arma.
Se quedó pasmado ante la respuesta del hombre del cajero. Este, sin decir palabra y ampliando la beatífica sonrisa, se adelantó un par de pasos hacia el atracador. La boca del cañón del revólver quedó apoyada contra su pecho.
—¿Qué coño haces tío? ¿Se te ha ido la olla o qué? ¡Que me des la cartera, hostias!
—Aprieta el gatillo —dijo el hombre con voz suave y calmada.
—¿Qué?... Tú estás majara tío…, tú no estás bien. Dame la cartera de una puta vez y déjate de rollos chungos o te pego un tiro aquí mismo —el volumen de su voz aumentó unos cuantos decibelios.
—Si quieres la cartera, aprieta el gatillo –insistió el hombre.
—Tú estás muy mal tío, pero que muy mal. O me das el dinero o te vuelo la cabeza, venga.
El atracador retrocedió un par de pasos, aunque siguió apuntando a su víctima con el brillante revolver. El temblor en su brazo se incrementó sensiblemente.
El hombre avanzó un par de pasos hacia el cañón del arma.
—Míralo de esta forma. Sería favor por favor. Así los dos conseguiríamos lo que andamos buscando. Vamos, anímate. No es tan difícil, sólo una pequeña presión con el dedo —dijo.
—¡Dame la cartera tío! —gritó el asaltante con desesperación.
—Aprieta el gatillo —fue la serena y plácida respuesta del hombre.
—¡Cabrón hijo de puta! Tú estás loco, tío. Loco de verdad. ¡Que te den!
El atracador echó a correr calle abajo presa de un pánico blanco y frío que se le había agarrado a la boca del estómago y se extendía hacia arriba por su pecho.
Le costaría olvidar la cara de aquel hombre, esos ojos acuosos y sin vida que lo miraban sin pestañear, esa cándida y horrible sonrisa en el rostro de blandas facciones. De hecho, no la olvidó durante el resto de su vida, que terminó abruptamente cinco días más tarde cuando una bala le alcanzó el entrecejo en un ajuste de cuentas con un camello de una banda rival.
No había dormido un solo minuto en esos cinco días.
El hombre contempló como el asaltante huía hasta perderse en la noche. Sacudió la cabeza con resignación y dejó escapar un suspiro.
Echó de nuevo a caminar por la calle desierta a la luz de las tenues farolas. Torció hacia la izquierda al llegar al siguiente cruce. Si no recordaba mal, dos o tres calles más abajo había otro cajero automático.
Silbaba una pegadiza melodía.
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© Juan Nadie, Planeta Tierra, 2016.
Obra inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual de Safe Creative (www.safecreative.org) con el número 1102228556495, con fecha de 22 de febrero de 2011.
Todos los derechos reservados. All rights reserved.
Ilustración de la portada: fotomontaje del autor.
Este relato fue originalmente publicado en el libro antológico del VI Certamen de Poesía y Relato GrupoBuho.es, en noviembre del 2010, en el que resultó finalista en la categoría de relato corto.



 

jueves, 17 de marzo de 2016

Marathon Man (microrrelato)

Una voluntad de hierro, una entereza inamovible y un espíritu libre son cualidades siempre encomiables.

Pero a veces tenemos que estar dispuestos a realizar el sacrificio que dichas cualidades exigen. 

¿Serías capaz de hacer algo como lo que ha hecho el protagonista de este microrrelato?

¿Serías capaz de explicar por qué lo ha hecho?

Pincha en la portada o sigue hacia abajo y lo sabrás. 

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MARATHON MAN

Cuando el primer corredor entró en el estadio, un rugido de aplausos y vítores se levantó denso y caliente desde el público que abarrotaba los graderíos. Docenas de flashes lanzaron sus destellos al aire. Los periodistas corrieron a colocarse unos metros más allá de la línea de meta, dándose codazos para conseguir el mejor encuadre de lo que sabían iba a ser una foto histórica. Todo el recinto dirigía miradas de incredulidad al enorme cronómetro digital que, subido en su plateada columna de metal, desgranaba los segundos y a sus hijas las centésimas.
A unos metros de la línea de llegada, más allá de las barandas de redondeados barrotes que delimitaban la frontera de las pistas, el entrenador retorcía al borde el paroxismo una toalla blanca entre sus manos. Por enésima vez miró al corredor que se desplazaba sobre la anaranjada superficie de rayas blancas. Por enésima vez miró su reloj de muñeca. Por enésima vez su corazón aceleró el tabletear en su pecho. Muchos de los flashes zumbaron en su dirección, pero el entrenador los ignoró por completo. Toda su angustia estaba centrada de forma total e inexorable en una única idea: el sueño acariciado durante tanto tiempo estaba, por fin, al alcance de la mano.
Y es que aquel hombre, el corredor que había levantado en vilo a cada una de los miles de almas que abarrotaban el estadio y a cada uno de los millones que seguían el evento a través de las ondas, estaba a punto de conseguir el milagro. Había recorrido los cuarenta y dos kilómetros de la prueba de maratón en un tiempo asombroso. El segundo corredor estaba a casi quince minutos detrás de él. En pocos segundos alcanzaría la meta y pulverizaría todos los records conocidos. Su nombre y su hazaña recorrerían el planeta entero en cuestión de minutos. La medalla de oro sería colgada de su cuello en solemne ceremonia y, durante un tiempo fugaz, formaría parte del olimpo de los semidioses.
El corredor miró a la pancarta sobre la línea de llegada, sintió a la rugiente muchedumbre como una nube imprecisa a su alrededor, divisó los números del cronómetro y comprendió. Su cuerpo estaba más allá del agotamiento y del dolor. Había exigido el máximo a cada fibra de su ser, a cada tira de músculo, a cada hebra de tendón y de nervio… y lo había conseguido. Allí estaba la culminación de todos sus años de esfuerzo y sacrificio, de las interminables madrugadas corriendo en el frío de la aurora, de los fatigosos entrenamientos, de todas las renuncias que había tenido que aceptar. Impulsó su cuerpo una vez más y siguió corriendo hacia la meta donde la fama y la gloria le estaban esperando, sonrientes y seductoras.
A un metro de la línea blanca que marcaba la puerta de entrada al paraíso de los héroes, el corredor se paró en seco. Contempló a los periodistas, congelados por un momento con las cámaras preparadas y los dedos engarfiados sobre el disparador. Giró la cabeza y dirigió su mirada a la gente de pie en las gradas. Miró hacia el suelo y soltó un largo suspiro. Se dio la vuelta y, sin cruzar la raya mágica, caminó con lentitud y pausa hacia la rampa que conducía a los vestuarios.
Un silencio ominoso se extendió como un sudario de asombro por todo el estadio. La quietud sólo era alterada por los clics de las cámaras fotográficas y los gemidos del entrenador que, de rodillas en el suelo, lloraba y se mesaba los cabellos.
Una legión de periodistas se interpuso entre el corredor y la puerta de los vestuarios. Las cámaras y los micrófonos lo apuntaban implacables, pero ninguno se atrevió a ser el primero en romper el silencio. El corredor les miró impasible con su rostro de extremo cansancio.
Tras unos segundos, líquidos y espesos como melaza, uno de los periodistas, una joven menuda de piel clara, tragó saliva y, haciendo acopio de coraje, acercó su micrófono a la boca del atleta. Hizo la pregunta:
—¿Por qué lo ha hecho?
Una sonrisa, luminosa y apacible, se dibujó como un aura blanca en la cara del hombre.
—Porque puedo.

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© Juan Nadie, Planeta Tierra, 2016.
Obra inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual de Safe Creative (www.safecreative.org) con el número 1102228556549, con fecha de 22 de febrero de 2011.
Todos los derechos reservados. All rights reserved.
Ilustración de la portada: fotomontaje del autor.
Este microrrelato fue originalmente publicado en el libro antológico del VCertamen de Poesía y Relato GrupoBuho.es, e noviembre del 2008, en el que resultó semifinalista en la categoría de relato corto.


jueves, 10 de marzo de 2016

Cerebros evolucionando

Hablábamos recientemente de un subgénero literario con apenas unas pocas décadas de vida y por lo general no muy conocido todavía por el gran público.

Se trata de la «ciencia en la ficción», también conocida como «literatura de laboratorio».

A diferencia de la ciencia ficción, la literatura de laboratorio trata de mostrar un retrato realista de los científicos actuales y sus profesiones. Las historias se ambientan en el presente y tratan sobre el conocimiento científico establecido en la actualidad, sin adentrarse (al menos no demasiado) en el terreno de la especulación. Científicos reales (sean personajes históricos o no) suelen ser sus personajes principales.

Además de la novela, la literatura de laboratorio ha encontrado en el arte dramático un vehículo apropiado para sus fines. En los últimos años han surgido pequeñas obras de teatro que utilizan la ciencia como tema de fondo y como inspiración.

Siguiendo esta línea de creación artística, presentamos aquí el primer trabajo inédito de Juan Nadie dentro del subgénero de la literatura de laboratorio.

Se trata de una pequeña obra de teatro (la primera y hasta el momento única incursión del autor en el arte dramático), con un solo acto y sólo dos personajes

El tema de fondo, como no es difícil de adivinar, la ciencia. En concreto, la EVOLUCIÓN BIOLÓGICA.

Pincha en la portada y a disfrutar. 

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jueves, 3 de marzo de 2016

Donde brota el absurdo (microrrelato)


Siguiendo con la serie de microrrelatos inéditos de Juan Nadie, presentamos hoy uno dedicado a nuestros amados líderes e iluminados próceres.
Como cualquiera habrá podido adivinar, está especialmente inspirado en la … (ponga usted aquí el adjetivo que más le plazca) … situación geopolítica que vivimos en nuestra carpetovetónica piel de toro. Aunque, la verdad, yo no he notado ninguna diferencia. Lo cual nos viene a decir cuál es la utilidad real de nuestros preciados gobernantes.

Pues si te apetece leerlo, sigue un poquito más hacia abajo o pincha en la portada.

Recuerda que leer los relatos de Juan Nadie es gratis y no lleva IVA
https://www.wattpad.com/story/64593674-donde-brota-el-absurdo-microrrelato

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DONDE BROTA EL ABSURDO

Salió en todos los titulares, virtuales y físicos. Contra toda lógica, el parlamento votó a favor del paquete de angustiosas regulaciones propuesto por aquel oscuro diputado, único representante de una minoría ideológica tan extraña que muchos dudaban de su existencia. Los ciudadanos rabiaban de ira. Los parlamentarios sonreían plenos de autosatisfacción. Ya lo dijo un antiquísimo sabio allá por los tiempos de Maricastaña: no hay bicho más necio y dañino que un político sobre la faz de la Tierra.

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© Juan Nadie, Planeta Tierra, 2016. Obra inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual de Safe Creative (www.safecreative.org) con el número 1008157055118, con fecha de 15 de agosto de 2010. Todos los derechos reservados. All rights reserved. Ilustración de la portada: fotomontaje del autor.