jueves, 21 de julio de 2016

Telebasura zombi


—Pero era mi marido —dijo la mujer.

—Pero era un zombi —replicó el presentador.

—Pero aún le quería.

Un murmullo de asco se extendió por las gradas dónde se sentaba el público del programa.

—Ya no era tu marido, Juana. Era un no-ciudadano no-muerto —insistió el presentador.

—Pero yo no perdía la esperanza.

—Y te lo arrebataron, ¿verdad, Juana?

La mujer ahogó un sollozo.

—Sí. Esos malditos soldados se lo llevaron. Él estaba seguro y a salvo en casa, pero esos malditos se lo llevaron. Lo hicieron pedazos justo delante de mí y le prendieron fuego —dijo.

—¡Qué terrible historia! —dijo el presentador con una magníficamente simulada pesadumbre.

—Yo le quería… le quería…

La mujer no pudo aguantar y rompió en un sonoro llanto. Escondió la cara entre las manos.

El presentador, en un gesto de sublime magnificencia, elevó el mentón y miró a la cámara.

—Esto es amor verdadero —declaró.

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El público estalló en un rabioso aplauso. El presentador sonrió con condescendencia.

El programa se trataba de Chúpame Deluxe, uno de los más populares shows de telerrealidad y crónica social, basado fundamentalmente en exponer al público las miserias de los colaboradores e invitados al mismo. Mientras más sucias y patéticas fueran las miserias, mejor. Mayor audiencia. El programa era el barco insignia de Telequinta, una de las grandes cadenas de televisión privada del país, operada por Mediased España, grupo de comunicación español, propiedad de la poderosa corporación Mediased. Mediased era una empresa italiana dedicada a la telecomunicación que cotizaba en la bolsa europea y que estaba controlada, entre otros, por el esperpéntico empresario, político, magnate y ex presidente del Consejo de Ministros de Italia, Silvio Siffredi.

Desde que la pandemia zombi asoló el sur de la Península Ibérica Chúpame Deluxe estaba batiendo todos los records de share y era la envidia de las otras cadenas de televisión. Los productores del programa no tardaron en darse cuenta que los zombis eran una mina de oro. Y la explotaron a fondo.

El presentador del programa no era otro que el afamado Juan Genaro López, homosexual declarado a los cuatro vientos, conocido y visionado con regularidad por la mayoría de las señoras de edad de toda España, y miembro autodeclarado de la intelectualidad más in del país.

La invitada de la tarde era Juana, una palentina ama de casa cuyo marido era, o mejor dicho fue, viajante de electrodomésticos.

Al pobre tipo le pilló la pandemia zombi viajando por Andalucía a lomos de su Peugeot Partner. Logró cruzar Despeñaperros antes de que el ejército cortase las carreteras y las bombas termobáricas redujesen a polvo todo lo que caía bajo el paralelo 38º. Por desgracia para él, se llevó consigo el arañazo de un tipo muy extraño y muy enfermo que encontró en la carretera. El muy cabrón intentó morderle, por lo que no tuvo más remedio que echarlo a patadas de la furgoneta. Con muy buen juicio, el marido de Juana no les contó a los soldados que lo pararon en los puestos de control el incidente del arañazo. Pero poco después de llegar a su Palencia natal, empezó a sentirse bastante mal.

Juana y su marido vivían en un chalecito adosado en la urbanización el Tiento, en Grijota, a apenas cinco kilómetros de Palencia capital. Una preciosa casita, fotocopiada hasta la náusea en las calles de la urbanización, cuyo depósito inicial habían podido pagar gracias a los padres de ella. Cuando al matrimonio les quedó claro qué es lo que les estaba ocurriendo al marido, Juana hizo todo lo contrario de lo que debía hacer. Durante las últimas cuarenta y ocho horas, todas las cadenas repetían sin cesar los anuncios del Gobierno que instaban a la ciudadanía a avisar a las autoridades sanitarias a la menor sospecha de proceso de zombificación en amigos, familiares o vecinos. En vez de eso, Juana aprovechó el amodorramiento de las intensas fiebres que sufría su marido para bajarlo al sótano, donde lo encadenó a una de las columnas con el collar y la cadena de Koko, el setter irlandés que era la niña de los ojos de la pareja.

Durante varias semanas, Juana escondió a ojos de familiares y amigos el secreto del sótano. A las preguntas respondía que su maridito estaba en viaje de negocios. A los compañeros del trabajo en la tienda de electrodomésticos les contó que el pobre estaba algo pachucho.

Pero la situación era insostenible.

Un buen día, un pelotón de las UME entró como una tromba en el chalecito adosado. Echaron abajo la puerta del sótano, sujetaron al zombificado maridito con garfios metálicos, lo sacaron al patio trasero, lo trocearon bien troceadito con los machetes de mango largo, lo regaron bien de gasolina y le prendieron fuego.

Todo el suceso fue oportunamente grabado por un vecino del matrimonio. El amable vecino, tras negociar un buen pico con los productores de Chúpame Deluxe, cedió al programa el vídeo al completo, para disfrute de público y telespectadores.

En el programa, además de comentar el repetido hasta la saciedad vídeo del vecino, Juana contó, para deleite de todos, su vida con un zombi durante esas semanas. Explicó con todo lujo de detalles como, movida por su intenso amor y por las intensas ganas de follar que la asaltaban (aclaró que la vida sexual con su marido, merced al considerable tamaño de su pene era sumamente disfrutada), intentó mantener relaciones sexuales con el no-ciudadano no-muerto. Por suerte para ella, su amorcito completó el proceso de zombificación en estado de erección completa, con lo que la polla le quedó muerta y tiesa para toda la eternidad. La última idea de la buena mujer fue hacerse fabricar un mono integral de malla metálica, como esos guantes que usan los carniceros, para que los mordiscos y arañazos de su maridito no la tuviesen a mal traer.

Fue el carnicero del pueblo, al que le insinuó la idea, el que avisó a las autoridades.

[...]


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Una novela única que te permitirá contemplar la realidad en que vives (el sistema monetario) desde una perspectiva diferente.
Y sí, es una novela de zombis. Así que encontrarás tripas y sesos desparramados a mansalva. Y muchas otras cosas más que no te imaginas.
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