jueves, 23 de noviembre de 2017

Entrenamiento Zombi (lección 1)



¿Quieres ser funcionario del Ministerio Zombi?

 

¿Quieres ayudar a tu país en la lucha contra la pandemia?

La SECOP (Secretaría de Estado para el Control de Plagas) te necesita.


Para ser contratado por la SECOP no necesitar sacar unas oposiciones, pero tendrás que someterte a un intenso y especializado entrenamiento.

Aquí puedes hacerte una idea de en qué consiste ese entrenamiento que te convertirá en un experto en la defensa anti-zombis.

 

__________________________________________________



https://www.wattpad.com/498926222-entrenamiento-zombi-lecci%C3%B3n-1

Entrenamiento Zombi

Lección 1

La primera vez que Antonio Galán vio un zombi, casi se lo hace en los pantalones. Como todo el mundo, los había visto en la tele, en los apocalípticos noticieros a medio censurar que llenaron todas las cadenas durante los días de la pandemia. Y por supuesto en internet, donde la censura era bastante menos eficiente y los videos de youzombi.com permitían apreciar con todo detalle los sucesos más sangrientos y atroces.
Pero como funcionario de Grupo D de la Secretaría de Estado para el Control de Plagas, destinado por petición propia al sur del paralelo 38º, ver a un zombi real de cerca, cara a cara, separado de él por una simple verja metálica, era parte de su entrenamiento básico.
Durante el memorable encuentro, tuvo que apretar los esfínteres con fuerza para que nada húmedo, viscoso y caliente se enroscase entre sus piernas. Lo consiguió. Pero vomitó hasta casi el desvanecimiento apenas a dos metros de la verja, lo que pareció incrementar aún más el frenesí hambriento de la criatura. Tras la violenta vomitona, el estómago le estuvo doliendo durante dos días. El sabor a bilis en el fondo de su garganta nunca se acabó de desvanecer. Su instructor miró toda la escena con una sonrisa de suficiencia y sin mover un solo músculo, con quizás la excepción de un pequeño movimiento hacia arriba de su ceja izquierda, y el paso que dio hacia atrás para que sus zapatos no quedasen salpicados por gotitas amarillo-verdosas de vómito.
Fue en Madrid. En el centro de investigación y entrenamiento que tenía la SECOP cerca de Tres Cantos.
Allí le enseñaron todo lo que tenía que saber sobre los zombis. O lo que el gobierno consideraba que era todo lo que él debía saber.
—Un zombi no duerme, no se cansa, no tiene miedo, no se estresa y no sufre de jaquecas —decía Federico López de Aguirre—. Un zombi no se toma vacaciones, ni fines de semana, ni tiene convenios, ni atiende a las normas del puto sindicato. ¡Joder! Ni siquiera respira. Un zombi sólo hace una cosa: comerte si no corres lo suficiente.
Federico López de Aguirre era el instructor que, durante un periodo intensivo de semana y media, se encargaría del adiestramiento de Antonio Galán y otros seis funcionarios de la SECOP de nueva incorporación. Durante esos diez días, López de Aguirre vistió siempre un impoluto traje de tres piezas, con camisas de seda de un blanco resplandeciente, corbatas a rayas de colores chillones y zapatos italianos negros de piel, tan resplandecientes que podían usarse de espejo. A pesar de su disfraz de cliché de alto ejecutivo, sus ademanes y crudo lenguaje evidenciaban su origen militar. Según los rumores que corrían entre los alumnos del centro de adiestramiento de Tres Cantos, Federico López de Aguirre era, o había sido, sargento de la Guardia Civil en algún lugar de Andalucía cuando estalló la pandemia. El lugar exacto donde el sargento había ejercido sus beneméritas funciones variaba de una versión a otra de la historia. Pero todas coincidían en una cosa. López de Aguirre era uno de los pocos miembros de las fuerzas del orden que había logrado salir antes de que las bombas termobáricas barriesen el paralelo 38º.
—Según todos los parámetros clínicos conocidos hasta la fecha, un zombi está muerto —explicaba el guardia civil metido a profesor—. Su corazón no late, su sangre no circula. De hecho, se convierte en un fluido viscoso de color negruzco. Sus pulmones no inhalan aire y sus pupilas no se contraen. Un encefalograma de su cerebro es casi una línea plana. Sin embargo, se mueven. Caminan, andan y corren. Y cazan. Nos cazan a nosotros.
—Entonces, ¿qué son los zombis? —preguntó con cierta timidez uno de los compañeros de adiestramiento de Antonio.
—Su estatus oficial es el de no-ciudadanos no-muertos —respondió el instructor de pie frente a la clase, las manos enlazadas a la espalda. Ni un solo músculo de más se movió en su semblante. Cuando hablaba, su enorme, espeso y negro bigote apenas se movía, lo que incrementaba la inquietud de sus oyentes.
—¿Y eso por qué? —preguntó otro de los alumnos con algo más de arrojo. Aunque la cara que puso ante la mirada de recriminación del instructor evidenció que se arrepentía por completo de haber preguntado.
—¡Por qué coño va a ser, señor Gutiérrez! Un puto zombi no tiene raciocinio. No se le puede considerar un ser inteligente, capaz de votar y pagar impuestos. Por lo tanto, sería una soberana estupidez considerarlo un ciudadano. Eso sin tener en cuenta su irrefrenable tendencia al canibalismo, lo que los hace elementos difíciles de reintegrar en la sociedad.
—Sí, pero…
—Ni peros ni gaitas, ¡hostias! A efectos de derechos civiles, un zombi está muerto. Pero como camina y come, aunque eso sea lo único que haga, ningún médico está autorizado a firmar un certificado de defunción de un humano zombificado. Por lo tanto, y espero que esto les entre en sus duras cabezotas, el estatus es no-ciudadano, no-muerto. Así lo ha decretado el Gobierno. Para lo que a ustedes respecta, como funcionarios de la SECOP, es todo lo que necesitan tener en cuenta.
 Elena, una de las chicas, alzó la mano. Era bajita y delgada, de lacio pelo castaño, cara pecosa y gafas de gruesos cristales. Era la persona más impensable para trabajar en nada relacionado con los monstruos. Incluso más que el propio Antonio. Pero allí estaba, aunque su aspecto de niña retraída pareciese indicar que hasta un ratoncillo le provocaría un ataque de pánico histérico.
—Dígame, señorita Peláez —concedió el instructor, señalando a su discípula con un dedo lleno de autoridad.
—Yo tenía una pregunta, don Federico —dijo Elena con una voz casi tan enclenque como ella.
—Pregunte, pregunte. No sea tímida —casi bramó Federico.
—Verá. Es que he pensado que…, si los zombis…, pues…
—Por Dios, señorita Peláez. Pregunte de una maldita vez.
—Pues eso, que me preguntaba si los zombis… van al baño. Que si defecan, vaya.
Unas enormes chapetas coloradas rodearon el egregio bigote del instructor.
—¿Está usted burlándose de mí, señorita Peláez? —replicó Federico López de Aguirre con la voz atragantada por la furia.
—No, no don Federico. Por supuesto que no —dijo Elena con un hilo de voz mientras bajaba la mirada y se retorcía las manos con nerviosismo—. Es que…, como usted bien ha dicho…, los zombis lo único que hacen es comer. Pues me preguntaba sin también… cagan.
Un murmullo de risas contenidas recorrió la clase como las ondas de una piedra lanzada a un lago. Antonio tuvo que llevarse la mano a la boca para sofocar una carcajada. La pregunta resultaba de lo más cómica, sobre todo viniendo de una chica como Elena Peláez. Pero, aunque pareciese una chorrada, la cuestión tenía su enjundia. ¿Qué hace un zombi con todos los fragmentos que carne humana que devora? ¿Los digiere, los asimila, o simplemente se quedan ahí, flotando entre sus podridos fluidos vitales como las judías dentro de su lata?
En todas las grabaciones que habían visionado sobre zombis, nunca se vio que uno de esos monstruos se bajase lo pantalones y dejase un zurullo en medio de la acera.
—¡Déjese de gilipolladas, señorita Peláez, y atienda a sus lecciones! —fue toda la respuesta que la chica pudo obtener de su instructor.
Antonio dedujo que la fisiología zombi era un campo de conocimiento todavía lleno de lagunas.

_____________________________________________

Fragmentos de la novela IBERIAN PARK, la respuesta zombi a la crisis, en concreto los correspondientes los capítulos Palco.1, Palco.2 y Palco.4.
En estos extractos podrás conocer el entrenamiento estándar al que son sometidos los funcionarios del Ministerio Zombi.
https://relatosdejuannadie.blogspot.com.es/2014/07/iberian-park-la-respuesta-zombi-la.html
Una novela única que te permitirá contemplar la Matrix a la que estás enchufado sin remedio (el sistema monetario) desde una perspectiva diferente.
Y sí, como en toda buena novela de zombis, encontrarás tripas y sesos desparramados a mansalva. Y muchas otras cosas más que no te imaginas.
Pincha en la portada de la novela si quieres saber más.

Puedes encontrarla tanto en formato papel como electrónico y también en Amazon.

 .
 

 




No hay comentarios:

Publicar un comentario